Gran
Bretaña pretendía que las colonias colaborasen a los gastos de mantenimiento de
la burocracia imperial. Mientras
que los colonos, que se veían a sí mismos como ingleses, consideraban que el
Parlamento no podía obligarles a pagar impuestos si ellos mismos no consentía a
ello o sus representantes. O lo que es lo mismo, el principio de que sin
representación, no puede haber impuestos
En 1764 se aprobó la Ley del Azúcar que imponía impuestos en bienes como el azúcar, el vino, el café, el potasio, la seda y el hierro y que fue recibida con gran malestar en las colonias.
Esta ley de
1766, conocida en inglés como Stamp Act, imponía un impuesto sobre toda clase
de material impreso. Por ejemplo,
sobre anuncios en un periódico, contratos legales como un testamento e incluso
sobre barajas de cartas.
Las protestas de los
colonos no tardaron en dejarse oír. Se organizaron formando organizaciones
irregulares como los Hijos de la Libertad que llegaron a acometer actos
violentos y de saqueo. Al mismo tiempo, comenzaron a aceptarse documentos sin
el correspondiente sello oficial, dejando en la práctica a la ley sin efecto.
Las protestas llevaron a que la Ley fuera derogada
en 1766. Pero ya se había creado
en las colonias la sentimiento de que los británicos aspiraban a privar a los
colonos de los derechos que le correspondían como ingleses.